martes, 31 de agosto de 2010

El Nombre de la Rosa festeja sus primeros 30 años


La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

J.L. Borges

 

Para Borges, el universo es una gran biblioteca. Hace treinta años que Umberto Eco dio forma al suyo, en el centro de una abadía benedictina, ubicada al norte de Italia. La Abadía del Crimen fue el primer titulo que se le ocurrió para la novela, pero lo descarto rápidamente, porque centraba la atención del lector en la intriga policial y eso hubiese hecho mas difícil disfrutar de los muchos niveles de lectura que se esconden en el texto.

El protagonista, Guillermo de Baskerville, es convocado por Abbone da Fossanova, abad del monasterio en cuestión, para que investigue y resuelva el misterio que circula en torno a la muerte de uno de sus monjes.

A partir de allí las cosas solo se complican. Los asesinatos se multiplican y la trama deja entrever que los conflictos políticos de la época tienen mucho que ver en lo que sucede en ese pequeño universo en el que se mueven los personajes. La historia está plagada de citas de autores medievales que no son imprescindibles para el buen entendimiento y el seguimiento de la trama. Esa característica la convierte en una novela abierta con tres o cuatro niveles de lectura. Según Eco, los lectores de segundo nivel captan la referencia, la cita, el juego y por lo tanto la ironía en ella, mientras los lectores más ingenuos pueden disfrutar a un nivel mas básico sin necesidad de entenderlas. La obra puede ser leída varias veces y en cada una de llas se encontrará algo nuevo.

Cuando fue publicada, El nombre de la Rosa, contó con una gran aceptación por parte de la crítica. En la actualidad es considerada por algunos como la novela cultural mejor lograda de la historia.

Enlaces:

www.umbertoeco.com 

El fútbol está de luto


Francisco Varallo falleció ayer a los 100 años en la ciudad de La Plata, donde había nacido el 5 de febrero de 1910 en el barrio de Los Hornos. Era el último sobreviviente de la final del mundo de 1930, y es uno de los máximos goleadores de la historia del fútbol argentino.

Era la última persona que podía contar la final del mundial de 1930. Había sido amigo de Carlos Gardel, a quien conoció en Uruguay ese mismo año. En apenas doce años de futbolista, quebró todos los récords de la época y entró en la historia del fútbol argentino. Francisco Pancho Varallo falleció ayer en La Plata a los cien años de edad, cifra tan impactante como la de los goles que se cansó de gritar.
Probablemente su figura haya resonado en los medios más que nunca en los últimos dos años, pese a que su época de oro había pasado hacía más de setenta, cuando las cadenas deportivas lo devolvieron a la vida mediática para anunciar que había un nuevo goleador que amenazaba con quebrantar su récord histórico. Quizás Cañoncito, tal su apodo, haya visto con tristeza cómo Martín Palermo lo destronó como máximo goleador de Boca Juniors del profesionalismo.
Pero quizás Varallo no se haya dado cuenta que, por Palermo, muchos jóvenes conocieron su nombre y su historia.
Pancho había iniciado su carrera como futbolista en el Club 12 de Octubre, de La Plata. A los 8 años se probó en Estudiantes, pero su club no lo dejó ir. Finalmente, debutó en la primera de Gimnasia y Esgrima diez años más tarde y fue campeón en 1929.
Al año siguiente, el fútbol inició la era del profesionalismo. Ese mismo año llegó la primera Copa del Mundo, en 1930, en Uruguay. Varallo jugó cuatro de los seis partidos del certamen, marcó un gol frente a México, y se coronó subcampeón tras caer con la selección local por 4-2. Años más tarde, declaró: “El partido se perdió porque nos achicamos. Faltó guapeza.”
En 1931 pasó a Boca, club que le permitió entrar en la historia grande del fútbol argentino y donde jugó hasta 1940. En ese lapso obtuvo tres torneos locales, y anotó 194 goles oficiales en 222 partidos. Se convirtió entonces en el máximo goleador del profesionalismo en la historia del club. En su paso por la Selección Nacional, además del citado subcampeonato mundialista, obtuvo en 1937 el Campeonato Sudamericano.
Su carrera plagada de gloria le valió numerosos reconocimientos tanto a nivel internacional como local. En 1994, la FIFA le entregó la distinción Orden de Mérito, que ostentan Pelé y Franz Beckenbauer, entre otros. En La Plata, un tramo de la avenida 25 lleva su nombre. En 2008, fue declarado Ciudadano Ilustre de su ciudad natal.
Francisco Varallo es conocido entre los futboleros por chicos y grandes. Cañoncito no muere en el olvido, como tantas otras figuras históricas de nuestro deporte. El propio presidente de la FIFA, Joseph Blatter, demostró su pesar por el fallecimiento del goleador. Boca Juniors cerrará el club a modo de duelo y el domingo la hinchada xeneize volverá a corear su nombre, como en los buenos viejos tiempos.