martes, 14 de febrero de 2012

Sean Penn, Alicia Kirchner y el San Valentín que no fue


¿Por qué motivo el actor y director estadounidense visita nuestro país? ¿Qué razón lo vincula a la actual ministra de Desarrollo Social? ¿Por qué Berazategui? Aquí, las respuestas a estas preguntas y a muchas otras que no entraron en esta bajada.

El muy mentado Día de San Valentín, o Jornada de los Enamorados, despierta en nuestro país sensaciones encontradas. Mientras algunos piensan que es un invento capitalista destinado a promover ganancias en chocolaterías y florerías, otros piensan que es una mentira destinada a fomentar el consumo y acrecentar los ingresos de los albergues transitorios y las fábricas de preservativos. Quienes gozan de tener su media naranja, excusan la oportunidad para decirse cosas que se dicen todos los días después de insultarse. Aquellos que no encontraron aún su alma gemela, hinchan sus venas de rabia y melancolía para luego sumergirse en la depresión más líquida. Es el caso de Alicia, la hermana del difunto ex presidente de la Nación Néstor Kirchner y actual ministra de Desarrollo Social.

Alicia no supera que a principios de 2012, su ex marido haya empezado su relación con otra mina. En este caso, la Mina La Alumbrera, donde asumió como director a principios de mes. Pero decidió salir a flote de tanto golpe al corazón y abrió las puertas a un nuevo amor: el reconocido actor y director de cine Sean Penn, de 51 años.

Penn, de participaciones en películas de la talla de Carlito’s Way o dueño de papeles memorables como el de Sam Dawson en Mi nombre es Sam, escuchó por primera vez el nombre de Alicia Kirchner gracias a un amigo en común de ambos. En cierta ocasión, Sean Penn buscaba donaciones para abaratar el rodaje de una película que nunca llegó a la gran pantalla. Trataba del destino de las heces humanas y de cómo la Tierra un día podía llegar a taparse, explotar, desparramar excrementos en el universo y así fertilizar planetas sin vida mediante el buen abonado. Hablando de sus inquietudes con un amigo argentino, éste le propuso que llevara a cabo la producción del film en nuestras tierras, más precisamente en Berazategui, a donde, según un conocido refrán autóctono, viajan todas las miserias humanas.

El celestino le prometió que él mismo pediría donaciones al Ministerio de Desarrollo Social, pero el actor debía elegir un país ignoto del globo terráqueo y promocionarse con un título pomposo como “embajador itinerante” de esa nación. Penn eligió Haití y seis meses más tarde, el actor viajó a la localidad bonaerense, donde se encontró con la ministra Kirchner.

El amor fue a primera vista: Penn, golpeado por su breve pero fallido romance con Scarlett Johansson, encontró otra poesía rubia que ensalzara sus días. De belleza particular, creyó hallar en Alicia a la mujer perfecta, aunque a la postre ella demostraría ser una persona hosca y poco aprensiva a los defectos del actor estadounidense.
Kirchner, por su parte, tampoco reparó en los rumores que podrían llegar a sucederse por la diferencia de edad (ella es catorce años mayor que Penn) y también se entregó a los brazos de “Sam”.
Miradas encontradas primero, sonrisas cómplices después, parecieron años los minutos que pasaron hasta que Sean Penn y Alicia Kirchner pudieron conversar en soledad. Del alivio, pasaron al desastre.












Alicia siempre había pensado que la candidatura al Oscar por mejor actor de Penn por su papel en Mi nombre es Sam había sido justa, pero nunca se imaginó hasta qué punto: el actor babeaba descaradamente cada vez que intentaba hilvanar una incomprensible frase, tarareaba canciones de Los Beatles y se estrellaba con fuerza contra la frente los cucuruchos de helado donados por el ministerio.
La ministra intentó ser cordial, pero el coeficiente intelectual de Penn hizo que perdiera la paciencia. Amablemente, lo invitó a sentarse en una heladería, aunque luego reformuló la idea y llamó a su secretario para que le sacara al actor de encima.

Al cierre de esta edición, Penn se reunía con Cristina Kirchner.