martes, 14 de septiembre de 2010

El saber ocupa lugar




“Avanzan por la casa, silenciosos, inocentes. No logro detenerlos.” Escribió Carlos María Domínguez en La casa de papel. La acumulación de libros y su propia distribución en un espacio reducido es, para muchos, un problema de proporciones bíblicas. Incluso en algunas oportunidades, puede tener consecuencias para la propia salud; como en el caso de del compositor Charles Valentin-Alkan,  quien fue encontrado muerto, aplastado por su biblioteca, el 30 de marzo de 1888.


El escritor francés Georges Perec, en su libro Pensar y Clasificar, intentó enumerar las formas posibles de organizar una biblioteca: alfabéticamente, por país o continente, por colores, por encuadernación, por fecha de adquisición, por fecha de publicación, por formato, por géneros o grandes períodos literarios.

Ninguna de estas variantes es satisfactoria por si sola, el lector debe ir combinándolas de acuerdo a su comodidad, ya que por ejemplo en el caso de organizarlos por fecha de adquisición, se deberá llevar un registro meticuloso que podría complicar aún más las cosas. Si se ordenan por formato, los libros de un mismo autor podrían quedar muy lejos entre sí; y el orden por géneros lleva inevitablemente a discusiones interminables.

Con el avance de la tecnología el problema de las habitaciones atestadas de libros podría llegar a su fin. La aparición de los tablets o del Kindle de Amazon, permiten acumular miles de libros en un dispositivo del tamaño de un folleto o una revista.




Esto representa una gran ventaja para muchos lectores ya que los libros siempre son susceptibles al polvo, la humedad o las polillas; ocupan lugar y a veces es difícil encontrarlos. Aunque siempre habrá una especie de bibliófilos, que encuentran placer en contemplar su biblioteca compuesta por miles de volúmenes de ediciones raras o difíciles de conseguir, producto de años de ardua cacería en mesas de saldos, librerías o ferias.

En si no hay una forma correcta o mas practica de organizar una biblioteca. Esta debe adaptarse a los usos y hábitos de su propietario. No hay que preocuparse por que los demás entiendan su sistema, mientras nosotros sepamos encontrar lo que buscamos sin demasiado esfuerzo.

Para Jaques Bonnet una biblioteca es “innegablemente el reflejo, el doble de su propietario. Aquel que sepa descifrarla con sutileza verá dibujarse el yo profundo del bibliotecario estante tras estante.”

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