"Escribir sin pensar, Romaña, y sobre todo, no permanecer sin escribir." Éste era el consejo que el imaginario consejero Mago Charamama le daba al protagonista de La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique. Y es así como parecen gestarse las obras del escritor peruano. Ése es el estilo de Bryce, porque parece que escribiera sin detenerse, solamente impulsado por la vorágine de la hilaridad y la ironía. Él mismo ha dicho que sus obras son como un monólogo y que parecen escritas para ser leídas en voz alta.
Bryce Echenique maneja un estilo en el que se mezclan la ironía, el delirio y el humor desopilante con la tragedia, la melancolía y el fracaso de sus personajes, que generalmente son quienes se lanzan a la escritura para narrar sus desventuras en un mundo que les es absolutamente esquivo. Su sello vio la luz en 1970 con su primera novela, Un mundo para Julius, que dos años más tarde ganó el Premio Nacional de Literatura en Perú, y en 1974, el Premio a la Mejor Novela Extranjera, en Francia.
Bryce Echenique maneja un estilo en el que se mezclan la ironía, el delirio y el humor desopilante con la tragedia, la melancolía y el fracaso de sus personajes, que generalmente son quienes se lanzan a la escritura para narrar sus desventuras en un mundo que les es absolutamente esquivo. Su sello vio la luz en 1970 con su primera novela, Un mundo para Julius, que dos años más tarde ganó el Premio Nacional de Literatura en Perú, y en 1974, el Premio a la Mejor Novela Extranjera, en Francia.
Otra característica de las obras de Echenique es la manera de desarrollar sus historias. En general, la verborragia de sus personajes hace que el lector se entere primero cuál fue el desenlace, para luego conocer su comienzo y más tarde, el nudo.
La vida exagerada de Martín Romaña fue publicado en 1981. Está narrada en primera persona por el propio Martín Romaña, un joven escritor peruano que se muda a Francia con su esposa Inés luego de recibirse de abogado en Lima. Romaña es hijo de una familia de banqueros (al igual que Bryce Echenique), pero a menudo reniega de su condición pudiente, y demuestra un fuerte arraigo a su tierra (al igual que Bryce Echenique). Tímido, indeciso y lleno de fobias, fracasará al escribir una novela, militará de manera intrascendente e involuntaria en un grupo de izquierda (lo que lo vinculará estrechamente al Mayo de París) y hasta experimentará un caso de hemorroides que lo llevará al borde de la locura. Su único refugio es un viejo sillón Voltaire donde se sienta a escribir en su cuaderno, y donde también decide "volverse loco un rato" cuando la situación así lo exige. En París, sufrirá por el alejamiento de su esposa, y se desenamorará tanto de Francia como de Ernest Hemingway, aunque su esperanza parece resurgir cuando en sueños conoce a la mujer de su vida, a la que llama Octavia de Cádiz, y se convence de su existencia real y tangible. Según el propio Romaña, todo el libro está escrito en un "cuaderno azul de navegación", y más adelante necesitará uno rojo "de fatídica navegación" para culminar su historia.
El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz es la secuela de La vida exagerada de Martín Romaña, y entre ambos componen lo que el protagonista llama "Cuadernos de navegación en un sillón Voltaire". Las novelas son tan extensas como recomendables, sobre todo para los adictos a la melancólica figura del antihéroe, aunque lo más destacable es el sentido del humor, que por momentos aseguran la carcajada.
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